La denominación diagnóstica de los perfiles de funcionamiento atípico de las personas sirve, innegablemente, a los intentos de consenso de la comunidad científica por desarrollar y emplear términos rigurosos que describan perfiles patológicos con el fin tanto de acordar programas terapéuticos como de saber en todo momento a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de un cuadro o síndrome concreto.
Este “etiquetado”, sumamente útil en términos profesionales para unificar criterios, en la práctica profesional nos puede llevar a situaciones de bajo contenido ético: niños con perfiles de funcionamiento alterados pero que pueden compensar con un buen entrenamiento son tratados como “enfermos”. Esto no solo puede conducir a una mala práctica clínica, sino que vulnera sobradamente los derechos fundamentales de la infancia: Sigue leyendo