Comportamientos infantiles
Los hijos retan desde el momento en que tienen la capacidad de saber cuáles de sus comportamientos ponen a sus padres sobre aviso y constantemente pendientes de ellos. Y esto, lógicamente, pueden empezar a hacerlo desde muy pequeños. Más si tenemos en cuenta que, cuanto más pequeños, más desconocidos son nuestros hijos para nosotros, así que podremos mostrar mayor sorpresa ante sus conductas cuanto más inesperadas son.
Dichas conductas solo se fijan y se mantienen si la respuesta de los padres es suficientemente explícita para el niño. Es decir, a mayor reactividad de los padres, mayor probabilidad de que la conducta se vuelva a repetir.
Cuando observamos en nuestro hijo una conducta inadecuada y respondemos con tensión, ansiedad, frustración, gritos… estamos secuestrados por él: nos tiene en sus manos. Y como rehenes, solo hacemos lo que él nos permite y cuando nos lo permite. Es el momento en que podemos llegar a manifestar que “hemos pasado un domingo muy agradable porque fulanito ha estado muy tranquilo”, o jugando, o haciendo algo que le gusta… y le mantiene contento, cómodo… ¿Quién manda entonces en este juego?
Muchos padres preocupados y que se empapan de manuales de autoayuda obvian las conductas del niño o ignoran su comportamiento “como si no le hubiéramos visto” o “como si no pasara nada”. Pero esto solo pueden hacerlo durante un tiempo, porque acaban perdiendo la paciencia (como es lógico) y finalmente también pierden los nervios. Con esta actitud, y más después de haber mantenido la “ignorancia de la conducta” durante largo rato, el niño aprende algo que no se le olvida: que recibir la atención de los padres, aunque esa atención sea negativa, es solo cuestión de tiempo. Y de esta forma, insisten reiteradamente en la conducta hasta que los padres responden. Y aquí tenemos el comportamiento retador: sinónimo de “insistencia” y que garantiza al niño un 100% de probabilidades de que, tarde o temprano, los padres vuelvan a demostrar que ha ganado él, pues ¿quién ha perdido los nervios? Mis padres. ¿Quién se ha desesperado? Mis padres. Además: ¿se ha resuelto la conducta?
Esta dinámica hace que los padres entren en una espiral de dependencia en la que su estado de ánimo, sus decisiones y sus rutinas dependen del niño, ese adorable secuestrador necesitado de límites. Llegados a este punto, los padres pueden poner en práctica cosas como:
—Informar al niño de la conducta que esperan de él y las consecuencias derivadas de su incumplimiento, serenamente, sin pedirle opinión y con el menor número de palabras posible.
—Aplicar la consecuencia tras al incumplimiento de un límite o norma sin volver a insistir sobre el qué y el por qué. Los niños aprenden a modificar su conducta cuando comprueban que las consecuencias anunciadas son reales.
—Ante su enfado, podemos decirle únicamente que “la próxima vez lo conseguirá”.
—Emplear un lenguaje concreto, dar mensajes breves y evitar ofrecer explicaciones, pues esto hace que el niño vea al adulto como alguien que se está justificando, lo cual pone en entredicho su autoridad y la razón de ser de la norma.
—Utilizar la benevolencia con nosotros como padres: lo hacemos lo mejor que podemos y sabemos. Este mensaje minimiza la frustración y evita que desarrollemos pensamientos de fracaso cuando anticipamos la proximidad de la conducta disfuncional del niño.
—Ser conscientes de que una conducta inadecuada no “hace” un niño inadecuado: un comportamiento inadecuado se puede modificar, el comportamiento del niño no es el mismo niño. Decir una mentira es diferente de ser un mentiroso.
Y habremos dado el primer paso.
Hola Lola, totalmente de acuerdo y eso que no soy padre, pero si tío de 4 estupendos sobrinos a alguno de los cuales he visto crecer día a día. Parece mentira que esos locos bajitos puedan echarte un pulso cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día y ganarlo casi siempre.
También es comprensible la actitud de muchos padres de consentir a sus hijos y caer en el «así por lo menos esta tranquilo»porque esa guerra permanente debe ser agotadora. Enhorabuena a todos los padres.
Te seguiré leyendo.
¡Bienvenido! Sí, estoy de acuerdo en que solo por tomar la importantísima decisión de ser padres ya hay que dar la enhorabuena. Puede llegar a ser tan agotador como satisfactorio. ¡Espero tus comentarios!