Decisiones y emociones. La hipótesis del marcador somático
Frecuentemente escuchamos la expresión “cabeza fría” cuando se trata de tomar decisiones “adecuadas” o “importantes”, supuestamente para evitar riesgos o efectos colaterales indeseables. Paradójicamente, nada hay más lejos de la realidad que tomar decisiones con la cabeza fría. La intuición, ese “sexto sentido” del que disponemos pero que tanto desconocemos, es la que nos guía en la toma de decisiones adecuadas, impulsándonos hacia el camino que nos ofrecerá la solución más funcional y adaptada, según nuestra experiencia. Nuestro cerebro dispone de mecanismos por los cuales asocia las experiencias previas con las emociones que ha generado cada una de ellas. Gracias a eso, nuestro sistema nervioso es capaz de indicarnos “en caliente” qué debemos elegir para evitarnos incómodos problemas o afecciones anteriormente experimentados en circunstancias análogas.
Está sobradamente documentada la importancia de la emoción en la toma de decisiones y su vínculo con la razón en el camino del “acierto”. Antonio Damasio, prestigioso psicólogo y neurocientífico que ha descrito dichos mecanismos en su conocido libro El error de Descartes, asienta la importancia de las emociones en la toma de decisiones a través de su hipótesis del marcador somático, que viene a resumirse así:
- Ante varias opciones de respuesta, los posibles resultados “malos” nos provocan lo que Damasio describe como “sentimiento desagradable en las entrañas, un estado somático, visceral o no, que marca la imagen”, y que se traduce en síntomas somáticos coherentes con la sensación, sentimiento o emoción generados.
- El marcador somático dirige la atención al resultado positivo o negativo al que puede conducir una acción determinada, funcionando, pues, como una señal de alarma del organismo si se elige la opción que encamina a un resultado adverso.
- Por tanto, dispondríamos de una colección de marcadores somáticos tan amplia como experiencias asociadas a situaciones positivas o negativas y que nos apoyarían en los procesos de razonamiento, llevándonos a tomar decisiones coherentes con un futuro predecible según determinados supuestos, positivos o negativos.
- Así, podemos tomar los marcadores somáticos como un dispositivo de predisposición: “cuando un marcador somático negativo se yuxtapone a un determinado resultado futuro, la combinación funciona como un timbre de alarma. En cambio, cuando lo que se superpone es un marcador somático positivo, se convierte en una guía de incentivo”.
Como indica Eduardo Punset en su libro El viaje a la felicidad, “al comienzo y al final siempre hay una emoción: en muy pocos años se ha pasado de una situación en la que las emociones no formaban parte del mecanismo de la toma de decisiones, no merecían más que rechazo, a otra en la que se agolpan tanto en el inicio de los proyectos que se pretenden llevar a buen puerto como en la decisión final con la que suele culminar una reflexión”. Esto es realmente una postura innovadora y realista —por fin— que pone de relieve la importancia del sistema emocional en todos los aspectos de nuestra vida, superando en múltiples ocasiones y en gran medida a nuestros recursos cognitivos.
Por tanto, podemos empezar a reivindicar que, a la hora de elegir, decidir, planificar muestro futuro…, nuestra razón se apoya en nuestra intuición, impulsada por nuestros marcadores somáticos. Nuestra “cabeza fría” no sería nada sin nuestra “cabeza visceral”. El sistema emocional es un peso pesado en nuestro funcionamiento adaptativo.
Para tomar mejores decisiones: ¿Emociones? ¡Sí, gracias!
Referencias:
Damasio, A.: El error de Descartes, Crítica, 2010.
Punset, E.: El viaje a la felicidad, Destino, 2009.
Completamente de acuerdo en que debemos oir a nuestras emociones en la toma de decisiones, pero muchas veces tenemos sentimientos encontrados y emociones dispares y bueno, eso aún complica más las cosas. A algunas personas el simple hecho de decidir (cuándo no está claro el asunto o bastante igualado y la decisión puede suponer un cambio grande) nos coloca en un estado de alteración emocional que dificulta aún más decantarnos por una de las alternativas, y si la decisión hay que tomarla dentro de un margen de tiempo, la dificultad es mayor. Sí, tal vez sea bueno dejarse llevar por la primera sensación…. aunque asuste un poco, aunque cueste, aunque tu mente racional no termine de verlo claro.
¡Gracias por tu aportación!, este tema es para hablar largo y tendido. Te recomiendo el libro de Damasio. Te va a gustar. ¡Espero verte por aquí!